EN ESTE ARTÍCULO PROPONEMOS 4 ESTRATEGIAS EFECTIVAS PARA AUMENTAR LA INTELIGENCIA EMOCIONAL EN NIÑOS Y ADOLESCENTES PARA QUE NUESTROS HIJOS NO CREZCAN CON LA IDEA DE QUE EN LA VIDA PARA TENER ÉXITO SÓLO NECESITAS TENER BUENAS NOTAS EN LA ESCUELA.
Para que nuestros hijos no crezcan con la idea de que en la vida para tener éxito es necesario tener sólo buenas notas en la escuela es necesario introducir un concepto básico, el de la educación en inteligencia emocional.
Las emociones, los sentimientos y las pasiones son guías muy importantes que nos permiten afrontar situaciones complicadas a diario, que no podemos confiar solo a nuestro intelecto.
Nuestro sistema evolutivo nos ha dado emociones para decirnos que escapemos de lo que nos causa el dolor y el sufrimiento y que busquemos en su lugar aquello que nos proporciona bienestar. Tenemos una parte de nuestro cerebro que es responsable de su desarrollo, el sistema límbico, que de una manera inconsciente, rápida y automática nos ayuda a etiquetar una situación como agradable o desagradable y decidir si abordarla con curiosidad o en su lugar alejarnos rápidamente.
Por lo tanto, las emociones representan el motor de nuestras decisiones que no siempre emprendemos conscientemente.
Su relevancia en la vida cotidiana de cada uno de nosotros es tan importante que es inconcebible que la sociedad actual descuide un concepto básico como es el de la inteligencia emocional. El sistema escolar, que tiene la difícil tarea de formar la sociedad del futuro, también abarca una idea obsoleta de la inteligencia.
Me refiero a esa creencia equivocada de que las habilidades racionales, lingüísticas y matemáticas son las únicas variables en juego para predecir primero el éxito escolar, y el éxito del trabajo después, sino que incluso se les atribuyen el valor intrínseco de una persona.
Numerosos estudios científicos muestran que el coeficiente intelectual y la inteligencia académica no están directamente relacionados con los diferentes éxitos en los destinos a los que se enfrentan los estudiantes con una educación y oportunidades similares, ni ofrecen ninguna garantía de felicidad y prestigio para superar las dificultades que la vida trae consigo.
Más bien, para enfrentar con éxito los desafíos de la vida otras habilidades parecen ser fundamentales, como la capacidad de reconocer las emociones, el autocontrol, la perseverancia, el entusiasmo, la empatía y la capacidad de auto motivarnos a nosotros mismos a alcanzar metas importantes. Por lo tanto, en un momento en que estamos hablando de educación digital, educación tecnológica, educación sexual, educación ambiental, es de importancia fundamental introducir la educación en la inteligencia emocional en nuestro bagaje cultural y conceptual.
Pero, ¿qué es la inteligencia emocional?
La primera definición nos la ofrece Salovey y Mayer (1990) que la identifican como: "La capacidad de monitorear las propias emociones y las de los demás, de diferenciarlas y de utilizar dicha información para guiar los pensamientos y acciones". El concepto fue tomado por Goleman (1996), un psicólogo y científico estadounidense, que lo define como: "la capacidad de reconocer los sentimientos propios y los de los demás, de motivarse y manejar positivamente las emociones, tanto internamente como en las relaciones sociales".
Según Goleman, hay cinco habilidades que conforman la inteligencia emocional:
Conocer las emociones, es decir, ser conscientes de ellas, de los estados de ánimo y pensamientos;
Controlar las emociones, es decir, ser capaz de tolerar las emociones más intensas y saber cómo equilibrarlas sin caer en tormentas emocionales;
Motivarse a sí mismo,es decir, la capacidad de saber utilizar las emociones como base motivacional para perseguir metas importantes.
Reconocer las emociones de los demás, es decir, ser capaces de empatizar entre sí y participar en la calidad, y no en cantidad, en la experiencia afectiva del otro.
Saber cómo manejar las relaciones con los demás, es decir, saber usar la retroalimentación de nosotros mismos y de los demás para manejar eficazmente los conflictos, los problemas de comunicación y las relaciones con los demás.
Como la mayoría de las habilidades, ya sean innatas o adquiridas, deben ser entrenadas, ejercidas y fortalecidas. Entonces, ¿qué pueden hacer los padres, maestros y educadores para alentar y ayudar a los niños y adolescentes a ser emocionalmente inteligentes?
Una primera estrategia a tener en cuenta cuando se habla de emoción es la capacidad de reconocerlas y expresarlas.
Es importante que los niños y adolescentes aprendan a nombrar lo que sienten para que sean capaces de aprender de la emoción, procesarla, lidiar con ella y aceptarla.
Para adquirir esta capacidad es necesario que los padres y maestros animen a los chicos a hablar sobre las emociones experimentadas y se presten a escuchar con empatía y sin juicio.
Para estimular a un niño o adolescente a decir lo que sienten se les puede hacer preguntas, por ejemplo: ¿qué ocurrió? ¿Qué emociones sentiste? ¿En qué parte del cuerpo lo sentiste?
También es importante ayudar a los niños y adolescentes a entender las emociones que otros sienten.
Para ayudarles a ser empáticos, se puede preguntar por ejemplo: ¿qué crees que sintió esa persona? ¿Qué emociones sentiste al observar la expresión de la cara y el tono de voz? Por la postura que tomó, ¿qué emociones estaba sintiendo? Si un adolescente es incapaz de nombrar lo que siente, o reconocer lo que otros sienten, sólo será capaz de decir "estoy bien, estoy mal", pero no será capaz de entender y nombrar todos los matices e intensidades de una emoción.
Una segunda estrategia muy importante a tener en cuenta es la capacidad de descifrar el mensaje que la emoción trae consigo.
Es muy importante explicar a los chicos que no hay emociones buenas o malas, sino emociones agradables y emociones desagradables y que cada una de ellas es importante y cumple una función.
En nuestra sociedad es habitual pensar que el miedo, la ira, la tristeza son emociones equivocadas que debemos evitar y no sentir. De hecho, cada uno de ellas tiene una función muy específica, que es un mensaje valioso que debemos aprender a descifrar.
La ira, por ejemplo, tiene la función de decirnos que algo no va como nos gustaría o que hemos sufrido una injusticia, el dolor que algo nos ha hecho daño y no debemos repetirlo, el miedo que hay algo en el entorno que merece más atención, la tristeza que hemos perdido algo importante y que necesitamos tiempo para reorganizar nuestras prioridades.
Lo que un padre o maestro podría entonces hacer es ayudar a los niños a entender que todas las emociones son aliadas y sobre todo facilitan la comprensión de un mensaje. Por ejemplo, podría decirle a un niño enfadado que es normal experimentar molestias e irritación, ayudándole progresivamente a encontrar otras soluciones para calmarse con preguntas como, ¿qué puedo hacer para mejorar esta situación y conseguir sentirme mejor?
Como tercera estrategia es importante explicar que las emociones son subjetivas. Las emociones no dependen solamente de lo que nos sucede, sino de los pensamientos que formulamos y de la forma en que interpretamos una determinada situación. Por lo tanto, es bueno que los padres y maestros ayuden a los niños a entender que dos personas pueden reaccionar de manera muy diferente frente a la misma situación y que el comportamiento de una u otra no implica una mayor debilidad o vulnerabilidad, cuando se asocia con una reacción emocional de miedo o tristeza. La clave no es la situación en sí, sino los significados que le damos. Así que cuando un niño experimenta una emoción desagradable puedes razonar con él sobre la emoción y ayudarlo a aprender el significado que trae consigo.
Por último, es bueno tener en cuenta la diferencia entre emoción y comportamiento. Las emociones son, de hecho, sólo emociones, pueden ser agradables o desagradables, pero no son buenas ni malas en sí mismas.
Los comportamientos que derivan de las emociones, sin embargo, no siempre son o buenos o malos pero a veces las emociones desagradables conducen a comportamientos dañinos para sí mismos y para los demás. Así que delante de una persona enfadada se le puede decir, por ejemplo, que la ira es una emoción saludable, incluso si es desagradable, y que probarlo en ciertas situaciones es completamente normal. Por el contrario, explicarle que la violencia, el ataque físico o verbal no son un comportamiento justificado. Por lo tanto, es esencial que un padre o maestro escuche y acepte la emoción de un niño, ayudándole a darle una palabra y a darle un nombre. Al mismo tiempo, sin embargo, es esencial que el adulto de referencia no acepte y se distancie del comportamiento virulento que le sigue, como la violencia.
"La educación en inteligencia emocional es una tarea que ocupa toda la vida e involucra a todas las personas, sin importar el contexto en el que se desarrollan, y es clave que la enfrentemos como científicos y no como críticos o juzgadores." (Marc Brackett, Ph. D., director fundador del Centro de Inteligencia Emocional de Yale y profesor en el Child Study Center, Yale School of Medicine at Yale University).
Eduquemos a nuestros chicos en Inteligencia Emocional.
BIBLIOGRAFÍA
Goleman, D., (2011). Inteligencia emocional. Rizzoli: Milán.
Di Pietro, M., & Bassi, E. (2013). Intervención cognitivo-conductual para la edad evolutiva. Trento, IT: Erickson.
PSIC.ONLINE Artículo de Francesca Mangano
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