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Cristina Vera Valle

Coronavirus y las diferentes pérdidas: cuando el dolor se convierte en psicológico y colectivo.

La situación provocada por la pandemia del coronavirus nos ha traido a nivel personal tristeza, ansiedad, estrés, pero también es un momento de dolor colectivo, dentro del cual somos conscientes de estar perdiendo algo.


Son muchas las personas que han afrontado la pérdida de un ser querido, un desafío aún más difícil a causa de las disposiciones que impiden decir adiós de una forma presencial y reunirse para el consuelo y para compartir nuestro dolor.


No obstante las muertes nos son las únicas pérdidas con las que nos estamos enfrentando. Miles de personas, por ejemplo, también afrontan la pérdida de sus trabajos, lo que conlleva a la vez la pérdida de recursos económicos.


Además, aunque no exista algo tan concreto como el quedarse sin un trabajo, o a una persona querida, estamos de luto. Hay un dolor en común mientras observamos nuestros trabajos, a los sistemas educativos y económicos. Mientras vemos pararse en seco nuestras vidas. Estamos desorientados, impotentes, frustrados.

La crisis del covid-19 no sólo está removiendo nuestra fe en los sistemas, sino que también está interfiriendo en nuestra comprensión del mundo que nos rodea.


Las pérdidas que estamos sufriendo incluyen nuestro sentido de la previsión del control, de la justicia y a la convicción de poder proteger a nuestros hijos y a nuestros ancianos.


En el camino de la pandemia, los psicólogos vamos a jugar un papel clave en la ayuda a la población a gestionar la cantidad de cambios y pérdidas que estamos sufriendo.


Esta pandemia nos está obligando a enfrentarnos a la fragilidad de los apegos, se trate de nuestra librería preferida o de las rutinas que nos acompañan en nuestra cotidianidad.

Todo ello nos complica el avanzar, avance que nos hará enfrentarnos a nuevas pérdidas, que, además, no somos capaces de preveer.

Y no sentimos dolor solo por lo que nos falta sino también por la sensación de que estamos perdiendo parte de nuestra identidad.





¿Como podemos hacer frente a las pérdidas mientras lloramos nuestras vidas pre-pandémica?


Los sanitarios especialistas en salud mental podemos ayudar a nombrarlo y a reivindicarlo, ya que generalmente tenemos un vago sentido de la ansiedad o del sufrimiento y no sabemos expresarlo con palabras.


Aunque el dolor es complicado nos ayuda a conocer lo verdaderamente útil y necesario. Nos ayuda a volvernos hacia nosotros mismos. Hay que aceptar que algo ha cambiado y que tenemos que adaptarnos a una nueva realidad.

Está bien permitirnos sentir dolor. Cuando lo hacemos dejamos que siga su camino de manera que también nosotros podremos hacerlo. Además es transitorio y conlleva un aprendizaje.

El trabajo del psicólogo James Pennebaker ha demostrado que escribir sobre nuestros problemas puede mejorar nuestra salud física y mental. Esto significa poder dar un nombre a aquello que se está perdiendo, individual y colectivamente, e identificar nuestras fortalezas y nuestra capacidad de afrontamiento.

La mayoría de nosotros no ha vivido nunca nada parecido, pero si hemos experimentado procesos dolorosos. Puede ayudarnos, por ejemplo, escribir la superación de un divorcio, la pérdida de un negocio o sobre cualquier otra experiencia complicada.


En esta época de distanciamiento social nos encontramos con otro obstáculo, ya que el apoyo social siempre ha sido un buen instrumento de ayuda para enfrentar el dolor en vez de permanecer bloqueados en él.

Los psicólogos en este caso estamos reforzando los contactos a través de las nuevas tecnologías, tanto en el ofrecimiento de terapia, como en dar pautas para seguir manteniendo el contacto con nuestros seres queridos a través de ellas. No es lo mismo pero nos permite luchar contra el aislamiento social.

La lección a aprender es aquella de continuar a relacionarlos con los medios en nuestras manos y mantenerlo activo hasta el fin de las restricciones.


En esta época del coronavirus y mientras estamos en duelo por nuestra vida anterior, son muchos los que también han tenido que afrontar el triste ejercicio de llorar la muerte de familiares y amigos.

La cultura de los diferentes países tiene algo en común, un elemento clave en el duelo y es la conexión social. Esto actualmente a causa del coronavirus está haciendo complicado, y en muchas casos imposible, organizar ocasiones en las cuales poder experimentar momentos de conexión emocional.

Tendremos que aprender a afrontar el dolor en circunstancias nuevas en las que no podremos obtener el consuelo físico de amigos y familia; y descubrir nuevos sistemas y rituales de modo que seamos capaces de elaborar la muerte en este entorno cambiante.


El acto de decir adiós a una persona querida generalmente se inicia antes que el funeral y el entierro. Los días y las horas anteriores al fallecimiento son muy significativos.


Cuando las personas no están presentes físicamente para decir adiós y sentir dolor junto a otros familiares o amigos, cuando no pueden sentir el calor de un abrazo, de un beso, cuando no pueden reafirmar la unión, reparar viejas heridas, hay una mayor posibilidad de desarrollar un duelo patológico. Para algunas personas podría ser necesario buscar la ayuda de un psicólogo que le guíe en el proceso de elaboración de un duelo sano.

Las circunstancias actuales representan un desafío excesivo excesivo para nuestra capacidad de tolerancia emocional lo que favorece el que emerja un duelo mal elaborado.

La depresión y la ansiedad pueden coexistir con un dolor prolongado y los tratamientos farmacológicos, además del psicológico, puede ayudar a afrontar la sintomatología. Es una ayuda pero el tratamiento efectivo es la psicoterapia. Como afirma el psicólogo Neimeyer el único tratamiento basado en la evidencia es el psicológico.


Después de la crisis producida por el covid-19 muchas personas continuarán en una lucha contra el dolor y el trauma. Poco a poco las cosas volverán a la normalidad, o mejor dicho, a una nueva normalidad con cambios por nuestras vivencias durante esta experiencia. Muchos experimentarán trastornos y tendrán la necesidad de ayuda psicológica especializada para evitar que el malestar derive en una patología crónica.


Gracias a la contribución de las neurociencias tenemos a nuestra disposición metodologías avanzadas para afrontar los trastornos conectados a experiencias traumáticas.

La psicología ha desarrollado muchas modalidades de intervención terapéutica que están redefiniendo el camino de la psicoterapia revalorizando su eficacia y reduciendo de forma considerable la duración de las afecciones psicológicas.



Referencias Bibliográficas:

  • Doc. Sabrina Camplone. Ass CareNews. 25 Mayo 2020

  • Papa,A.Maitoza R., Journal of Loss and Trauma, Vol 18,nº2, 2013

  • Perspectives on Psychological Science, Vol 13, No 2, 2018

  • Boss P., Loss Trauma and resilencie. New York, USA: W W Norton 8Co

  • New England Journal of Medicine, Vol.372, n.2, 2015

  • JAMA Psychiatry, Vol.73 No.7. 2016

  • Neimeyer,RA, Routledge, 2016 Journal of Family Theory and Review



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